Aurelio Suarez Montoya |
Señor Juan Valdez
Laderas cafeteras de Colombia
Le escribo esta carta con sentimientos encontrados. Por una parte, con uno de reconocimiento y admiración al esforzado trabajo de millones de agricultores que por varias generaciones dedicaron vidas enteras a cultivar café en las cordilleras generando riqueza para toda Colombia. Sin embargo, con otro de dolor por las condiciones inmerecidas en las cuales viven actualmente unos quinientos mil de ellos. Empezando, Juan, porque usted ya no sirve al patrimonio nacional como otrora sino que es esclavo de una firma privada (donde supuestamente participan todos los cafeteros) que lo usufructúa sin que haya repartido dividendos y sólo genere pérdidas.
Resulta triste que en 2009 más de la mitad del café que tomamos en Colombia fuera importado y que la cosecha se equiparara a la de hace 35 años; que el patrimonio del Fondo Nacional del Café esté en riesgo por las obligaciones contraídas que pesan sobre él; que los inventarios se hayan evaporado; que ya no seamos el segundo exportador del mundo sino el cuarto, o el quinto si se contabilizan las reexportaciones alemanas.Es patético que las instituciones cafeteras se convirtieran en una ONG y que sólo intervengan como comprador de última instancia. Las altas cotizaciones bursátiles del grano suave colombiano obedecen a su escasez y esa escasez se origina primeramente en la falta de fertilización de los plantíos de café caturra por la carencia de recursos para aplicarla.
Para colmo de males, la constante revaluación del peso, fruto de la política económica de libre flujo de capitales, impide el mínimo disfrute de las “vacas gordas” y hoy muchos Juan Valdez no obtienen siquiera un ingreso neto igual al salario mínimo.
Lo más irritante, Juan, es que el actual gobierno de Santos, volviendo una panacea el minifundio en ladera, como son el 95% de los cafetales, tiene como proyecto convertir al resto de campesinos en minifundistas. Omite que el Índice de Calidad de Vida de los hogares cafeteros está por debajo del promedio del sector rural; que la tasa de deserción escolar en Caldas se acerca a la de Putumayo y Chocó; y que decenas de miles de jóvenes emigraron a las ciudades y a otros países para ayudar al sostenimiento de sus familias que permanecen en el campo.
Estimado Juan: varias organizaciones independientes, como Unidad Cafetera, mantienen la brega por transformar esa cruda realidad, que se oculta engañosamente ante la opinión, y por construir otra donde la familia cafetera - al fin- disfrute plenamente de la riqueza que produce. No nos desesperamos, “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.
Cordial saludo,
Aurelio Suárez Montoya
Bogotá, 9 de septiembre de 2010.
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