viernes, 30 de julio de 2010

Álvaro Uribe ¿un segundo regenerador?

Rafael Núñez
“Es hora de que nos salvemos entrando valerosamente en el camino de la emancipación económica sin la cual quedará reducida a estéril retórica la emancipación política”

Rafael Núñez


En varias clases de la universidad algunos profesores se referían a Álvaro Uribe despectivamente como el “segundo regenerador”, haciendo una alusión al ex presidente Rafael Núñez, que impulsó el período de la historia de Colombia conocido como la Regeneración, en el que surgió la Constitución de 1886 que estuvo vigente por más de 100 años.
La comparación se basaba, principalmente, en el carácter autoritario y religioso que le dieron a Colombia y a ciertas coincidencias que no dejan de ser curiosas: ambos liberales disidentes que requirieron para su obra el apoyo del Partido Conservador y su carácter reeleccionista. Menos mal el amor por la poesía no está dentro de sus similitudes, porque no imagino una poesía de Álvaro Uribe.
En todo caso, debemos recordar que el Presidente Uribe quiso revivir la figura del Estado de Sitio, propia de la Constitución de 1886, altamente restrictiva en materia de libertades y derechos de los ciudadanos, pero la finalidad de este texto no es mostrar sus similitudes, ni adherir a la tesis de Uribe como “segundo regenerador”. Más bien es todo lo contrario. Es reivindicar a Núñez frente a Uribe, sin llegar con esto a hacerle una apología.

Núñez vivió en los tiempos del llamado Olimpo Radical. Época caracterizada por el gobierno del ala conocida como Radical del Partido Liberal, que defendía las tesis del libre comercio, y debilitaba constantemente al Estado pese a estar gobernándolo. Indalecio Liévano, autor de una biografía del regenerador, se refiere a los liberales radicales como un partido con mentalidad de oposición, que llegó al gobierno sin saber hacer algo diferente a destruir. Y prácticamente destruyó al Estado colombiano en un federalismo absurdo fruto de la Constitución de Rionegro. De ahí la necesidad de una regeneración del Estado centralizando el poder y creando lo que hoy conocemos como la República de Colombia, que en tiempos del radicalismo se llamaba Estados Unidos de Colombia.

“En el curso de sus viajes –escribe Liévano Aguirre-, Núñez aprendió una verdad elemental que por desgracia para el país, ignoraban todos sus mandatarios con excepción de Bolívar y Mosquera: que no hay dentro de la economía mundial moderna países aislados, que la influencia político-económica es la gran fuerza gravitativa que mantiene la conexión, orden y movimiento del mundo social y que los países que renuncian a influir en los destinos de los demás tienen que someterse a ser influidos por ellos” .

Se refería a los antecesores de Núñez, pero resulta que eso no lo entendieron tampoco los gobernantes que le siguieron. Y en este grupo incluyo a Uribe Vélez, que no aprovechó su gran popularidad para hacer de Colombia una potencia regional, sino que la mantuvo en el respice pollum de siempre, dividida y aislada como nunca de los países que pudo liderar.

“Núñez –continúa el autor- comprendió por qué Bolívar planeó la Gran Colombia e inició una diplomacia continental destinada a fortificar la posición de las naciones del Caribe frente a la amenaza creciente de Norteamérica y de las naciones del Plata; entendió por qué Mosquera fue partidario de iniciar una política de expansión territorial, cuya meta era la invasión a España con tropas colombianas, política destinada a dar unidad y fortificar la Federación, que como lo presintió el genial militar caucano, sólo podía subsistir estimulada por una ambiciosa política internacional” . ¿Qué sucedió? Nada. Somos un país débil, que no influencia a nadie y que es influenciado fácilmente por Estados Unidos y Europa.

Habría sido emocionante que en nuestra historia estuviera escrito que esta ex colonia invadió a su antigua metrópoli y de alguna forma recuperó todo lo que esta le robó. Soñar no cuesta nada. ¡Es más! hoy en día vemos como España, junto a Estados Unidos y otros países, sigue sacando riquezas del país por medio de sus empresas y bancos.

Álvaro Uribe
Y es que aún dependemos de la revaluada idea ricardiana de la ventaja comparativa, que nos condenó a ser un país exclusivamente agrícola pese a que hay excesiva concentración de la tierra y un alto número de desplazamiento fruto de la violencia guerrillera, paramilitar y estatal, saboteando el potencial del campo y la posibilidad de una autonomía alimentaria; que prefiere la importación de bienes manufacturados complaciendo los intereses de los comerciantes importadores, en vez de generar empleo produciendo esos mismos bienes en el país.

“Más al espíritu sutil de Núñez no se le escapó el hecho de que todas estas grandiosas concepciones nacionalistas, estuvieran desde sus principios minadas en su misma base por falta de una verdadera estructura económica que las respaldara, e hiciera posible su duración y perfecto desarrollo” . Que lástima que a nuestros gobernantes sólo les interesara recoger los postulados de Núñez referentes a la seguridad y al mantenimiento del orden público.

Sobra decir que Núñez jamás mendigaría por un tratado de libre comercio porque ante todo era un nacionalista, consciente de que el libre comercio contrariaba los intereses del país y lo destruiría como lo hacía entonces y lo hace en los países subdesarrollados donde se aplica.

Por: Santiago Peña Aranza, Politólogo.

29 julio 2010 2:08pm

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