viernes, 9 de agosto de 2013

Izquierdoso que se respete... ¿no toma cocacola?

Por: Milton Barragán*

Hace pocos días en la emisora Blu Radio le preguntaron a Aurelio Suárez, reconocido político de izquierda colombiano, en qué colegio habían estudiado sus hijos, a lo que respondió que se habían educado en el Gimnasio Moderno de la ciudad de Bogotá. Acto seguido algunas personas comentaron en Twitter la poca coherencia de una persona que se declara de izquierda y que educa a sus hijos en uno de los colegios de más alta alcurnia de Colombia. La razón de este cuestionamiento parece clara: es sabido que en dicho colegio se han formado muchas personalidades que hoy ostentan las más altas posiciones del poder nacional, entre ellos varios presidentes de Colombia.

Este no es un caso aislado, es conocido el argumento según el cual no se comprende a las personas que se declaran de izquierda pero también toman Coca Cola, comen en McDonalds, visten ropa de marca o usan smartphone. Todos esos comportamientos han sido señalados como consumo de “símbolos del sistema”. Incluso hay símbolos de la izquierda que han llegado a ser consumidos masivamente, como la imagen del Ché Guevara, lo que ha vuelto recurrente el argumento de que la izquierda es, en el fondo, una práctica de consumo como cualquier otra.

Las críticas aumentan al nivel de indignación cuando se conoce un “zurdo” que tiene empresa privada y más cuándo esta empresa tiene cierto grado de reconocimiento público. Los empresarios tienden poco a declarar sus ideas políticas y es un supuesto social que sus ideas tienden hacia la derecha. En los casos que he conocido de empresarios que tienen ideas de izquierda, he notado que son personas que poco tienden a revelar sus ideas en público, se cuidan de que otros empresarios lo sepan y sus donaciones a campañas políticas se hacen sin ninguna pompa y hasta podríamos hablar de cierto grado de secreto; claro, hasta dónde la ley lo permite, pues en Colombia es obligatoria la publicación de dichas donaciones.

Muchos de estos cuestionamientos nacen de la idea de que la izquierda es un pensamiento monolítico y uniforme, un dogma que nació en el siglo XIX cuya biblia es el Capital de Karl Marx y que no permite otras miradas ni otros discursos. Incluso se critica a quién se dice de izquierda y se muestra contrario a posiciones “revolucionarias”. Un reciente ejemplo de lo anterior se puede ver en la carta de un reconocido twittero a Gustavo Petro, Alcalde de Bogotá, donde lo cuestiona y le pide explicaciones de por qué las Farc estaban hablando mal de él.

El hecho de que existan diferentes formas de pensar dentro de lo que sea que llamamos izquierda; la imposibilidad de pensar que con esta famosa palabra se está nombrando un grupo de personas o un pensamiento bien definido; el acontecimiento-anécdota histórico que nos cuenta que quienes votaron en contra del mantenimiento de la monarquía francesa se hicieron a la izquierda del rey, y por cuenta de esto se los denominó de izquierda; son todos puntos que nos obligan a reflexionar sobre la facilidad con la que generalizamos sobre las personas que supuestamente componen este “colectivo” y nos obligan a repensarnos a nosotros mismos pues, querámoslo o no, tendremos que aceptar que todos tenemos un germen de pensamiento social, así como un germen de pensamiento autoritario y que pensar de forma absolutista y/o extremista, es muy similar a pensar que todos los que no estén de acuerdo con nosotros son pensadores absolutistas y/o extremistas.

Qué tal intentar construir argumentos parecidos mirando hacia el otro lado, hacia los derechistas. Decir de estos, por ejemplo, que no se entiende por qué fuman tabacos producidos en Cuba o por qué pasan vacaciones en China, o qué tal criticar a los hijos de alta cuna que salen a acampar en Villa de Leyva. Los anteriores son solo ejemplos hipotéticos para aquellos que les hace falta verse en un espejo y entiendan cuán irrespetuosos y banales pueden llegar a ser.

Y es que el respeto es tanto un derecho como un deber. Es el caso del derecho a que las diferentes formas de pensar sean respetadas y valoradas como tal, independiente de asuntos personales como la elección del colegio de sus hijos, ya sea porque se piense que este colegio tiene gran calidad pedagógica o porque tal vez sea el espacio dónde pueda florecer el espíritu revolucionario o los valores ancestrales, o bien, la libertad de elegir su propia ideología.

Si pudiéramos bosquejar algo en común de los distintos pensamientos de izquierda es tal vez la inquietud por la desigualdad, por la injusticia social y por la segregación de grupos poblacionales; inquietud que no puede ser respondida con evasivas. Toda clase de ataques personales contra quienes expresan esta inquietud no hacen sino insultar la inteligencia de los interlocutores, es como pretender borrar la pobreza de este mundo indicando que a tal o cual le está prohibida la Coca Cola.

*Periodista
Twitter: @milbarras

Twitter: @LaTribunaCol

1 comentario:

  1. Para la muestra un botón histórico del marxismo... Federico Engels, compañero inseparable del gran Karl Marx, era un burgués que tenía una fábrica de textiles.

    Es más, Engels fue quién terminó el tomo II y III del Capital, con los apuntes de Marx, cuando él murió.

    ResponderEliminar