viernes, 16 de mayo de 2014

¿Es malo hacer acuerdos políticos?

Por: Santiago Peña Aranza

Colombia es un país donde los acuerdos políticos están mal vistos y es comprensible que sea así, pues desde el Frente Nacional los colombianos hemos visto como liberales y conservadores se han repartido el poder político mediante la distribución de puestos del Estado, excluyendo a terceras fuerzas y dando lugar a la corrupción.

Entonces nos hemos acostumbrado a ver cómo un político para ganar votos y dinero le da un puesto a otro político –o un contrato-, este nombra a sus amigos en cargos de la administración y así se va creando una clientela política que es parásita del Estado. Esta clientela se va transformando en lo que conocemos como “maquinaria”, que tiende a reproducirse a sí misma movilizando votos a favor de quién la alimente mejor.

O también hemos visto como se le ofrece un puesto a un político opositor con el objeto de quitarse de encima sus críticas y sacarlo del escenario. Un ejemplo de esto fue lo que hizo Uribe nombrando a Andrés Pastrana como Embajador en los Estados Unidos y a Horacio Serpa como Embajador en la OEA, cuando se suponía que éste debía asumir la jefatura de la oposición frente a quien lo había derrotado en las urnas. Esta sin duda es una jugada política hábil que no es ilegal, pero si es perjudicial para el Estado porque no se nombran a las personas idóneas para la labor diplomática.

Ahora, hay que decir algo que no es muy fácil de digerir en Colombia: los acuerdos políticos entre contrarios no son malos en sí. Incluso a veces son necesarios, pero todo depende de cómo esté planteado.

Los acuerdos se dan porque los actores políticos la mayoría de las veces no tienen la fuerza suficiente para lograr sus objetivos. Objetivos que pueden ser bien o mal vistos dependiendo de los intereses de quien juzgue. Y lo ideal es que se hagan con fuerzas con las que hay coincidencias ideológicas, pero también se pueden dar por motivos estratégicos con otras fuerzas. Claro está: si dentro de los objetivos –y de los resultados- está la corrupción, sin duda el acuerdo será una vergüenza.

La negociación y el consenso son parte de la política, entonces ante la falta de fuerza suficiente para alcanzar la totalidad de los objetivos que se tengan, a veces se opta por sacrificar algunos para poder lograr otros.

Este tema de los acuerdos políticos cobra relevancia ahora por el acuerdo que hizo un sector de Progresistas –no son todos como se han empeñado en asegurar algunos medios- con los liberales y que se ha entendido como el apoyo de Petro a la reelección del Presidente Santos.

Para los verdes, para el Polo y para un sector de Progresistas, este acuerdo no tiene presentación por lo que representa Santos y por su historial neoliberal, y de falsos positivos, interceptaciones ilegales, etc. cuando fue Ministro de Defensa de Uribe.

Y sí, como ciudadano pienso que el acuerdo se ve feo después de todo lo que ha pasado en Bogotá, pero como analista digo que habría que preguntarse qué pretende ganar ese sector de Progresistas y solo el tiempo dirá si valió la pena o no.

Puedo decir entonces que el sector Progresista que hizo el pacto priorizó su objetivo de detener al uribismo y de apoyar la paz, que  -según su lectura- se puede lograr más a la fija con Santos. Y según dicen, también lograrán que se incluyan aspectos de la propuesta de la Bogotá Humana en el segundo gobierno del Presidente. Si esto se da, seguramente el acuerdo habrá valido la pena para ellos.

Ahora, las voces que más han criticado esos acuerdos provienen de los sectores que más deseaban y necesitaban ese apoyo progresista: la Alianza Verde y el Polo Democrático. Y esa crítica se da precisamente porque para sus objetivos, era necesario ese apoyo, que ideológicamente habría sido más coherente, pero no porque hacer acuerdos políticos con los contrarios sea malo en sí.

Si hacer acuerdos políticos con quien se piensa diferente fuera malo, me pregunto entonces, ¿cómo se supone que gobernarían Clara López o Enrique Peñalosa si se les diera el milagro de llegar a la Presidencia de la República?, ¿con la “aplanadora legislativa” del Polo Democrático o de la Alianza Verde? ¡Si entre los dos apenas suman apenas diez senadores de los ciento dos que hay en el Congreso!

Tendrían que hacer acuerdos políticos. El primero sería un acuerdo natural: entre verdes y polistas, y si esto se da, estoy seguro que muchos sectores de cada uno de los dos partidos, se opondrían radicalmente. Aun así, este acuerdo sería insuficiente. Tendrían que buscar pactar con las otras fuerzas para tener gobernabilidad: ¿liberales?, ¿conservadores?, ¿uribistas? Sinceramente me encantaría ver cómo harían.

Entonces no nos rasguemos las vestiduras cuando se menciona la palabra “acuerdo político”. Analicemos cada caso, miremos qué intereses hay en juego, cómo está la correlación de fuerzas en el escenario político, quién gana, quién pierde, etc. Y sobretodo entendamos que lo que es malo es la corrupción, no llegar a acuerdos con quién tiene una visión diferente del mundo.  Recordemos que lo que está haciendo el Estado colombiano con las FARC en La Habana, es un acuerdo político entre enemigos históricos, en el que ambos están cediendo cosas para ganar otras, y la paz es un acuerdo que nos conviene a todos.

Twitter: @SantiagoPeye

Twitter: @LaTribunaCol

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