jueves, 24 de abril de 2014

Un presidente de verdad

Por: Santiago Peña Aranza

En menos de seis meses he tenido la oportunidad de asistir a la visita de dos presidentes latinoamericanos a Madrid. El primero, el colombiano Juan Manuel Santos, que vino el pasado 22 de enero a un “evento cultural” con la “comunidad colombiana residente en España”; y el segundo, el ecuatoriano Rafael Correa que aprovechó su viaje a Barcelona para recibir un doctorado honoris causa, para venir a la capital, hoy 24 de abril, a hablar de “crisis y futuro”.

Es increíble como en una simple visita se pueden ver diferencias tan significativas que explican, en parte, porque Ecuador va tan bien y nosotros tan mal, así nuestro gobierno nos quiera vender la idea de que vamos muy bien.

Pero no voy a hablar en este texto de los logros de Correa en Ecuador en materia de infraestructura y educación (ver: Revista Dinero) que –pese a nuestro vergonzoso arribismo colombiano- los pone muy por encima nuestro. Quiero hablar simplemente de las diferencias en términos de las formas y las prácticas de uno y otro gobierno para con los migrantes.

Cuando llegué a hacer la fila para ingresar noté de inmediato la primera diferencia: en este evento si había pueblo, en el de Santos no. Y eso saltaba a la vista porque no había ni una sola señora de sastre acabada de salir de la peluquería, ni ningún caballero bien vestido y con aspecto de lagarto. De hecho, como mencioné en mi escrito sobre esa visita, yo era el único con tenis; pero hoy estaban los ecuatorianos que tuvieron que migrar a trabajar como obreros, como empleadas del servicio, etc., que vinieron a buscarse la vida porque su país, antes del gobierno de la Revolución Ciudadana, no les ofrecía oportunidades.

En realidad la fila para entrar no era una, sino dos. Una para organizaciones sociales y la otra para el que quisiera ir. Ambas filas eran tan largas, que parecían más las de un concierto de Rock, que las de un evento político. Cuando fui al encuentro con Santos, ni había fila. Era privado y exclusivo, en el elegante auditorio de la Mutua Madrileña, este era público y en el Coliseo de Vistalegre, un barrio obrero de la capital española.

Y pues cada quien tiene su estilo para hacer las cosas, pero se debe ser consciente de que al estar tan lejos de nuestros países, necesitamos sentir la presencia de nuestras instituciones así estén desprestigiadas y pues qué mejor que la visita de un presidente para que un migrante sienta que no está solo… Bueno, en realidad si hay algo mejor para sentir que no se está solo: la existencia de políticas públicas eficaces para atender sus necesidades en temas como el retorno, el empleo, la salud, la educación, en fin. Ecuador las tiene, Colombia no.

En ambos eventos, vale decir, hubo muestras folclóricas. Eso no está mal así se sienta uno como en un bazar o en la semana cultural de un colegio. Son las expresiones culturales de nuestros países y así somos. Eso no debe avergonzarnos. Lo que si me avergüenza es que Santos en todo lo que dijo el día de su visita, sólo habló de lo “bien” que está el país y no habló absolutamente nada del tema migratorio, salvo los esfuerzos que está haciendo para que nos quiten la visa a los colombianos. 

Correa, en cambio, vino a recordarles a los ecuatorianos lo importantes que son ellos para su país, a decirles que gracias a ellos y sus remesas pudieron superar la crisis económica provocada por el dinero que sacó la banca del país hace unos años. Vino a solidarizarse con los ecuatorianos deshauciados de sus viviendas por los bancos en España y a recordarles que su gobierno está tratando de ayudarlos con sus políticas. Incluso mencionó el caso de un español que se nacionalizó ecuatoriano para pedir la ayuda del gobierno en ese mismo tema.

Santos en cambio dio partes de guerra. Mencionó cuantas bajas de la guerrilla había en esa semana, habló de las “ventajas” de los tratados de libre comercio, en fin, pero ¿acaso no hay colombianos deshauciados de sus viviendas, desempleados en el exterior, con problemas de salud, con problemas para homologar sus títulos universitarios o endeudados con el Icetex, o simplemente con ganas de regresar al país pero sin garantías? Claro que si los hay, pero nunca han sido tenidos realmente en cuenta por el gobierno, y no solo el de Santos. Por todos.

Y por no ser tenidos en cuenta es que el colombiano que vive fuera se siente –y está- abandonado, y eso se refleja en la baja votación en el exterior, que por ejemplo en las pasadas elecciones para Congreso de la República apenas sobrepasó el 8%, es decir que la abstención fue de casi el 92%. 

Somos cinco millones los colombianos que estamos fuera del país. Unos en mejores condiciones que otros, con diferentes problemas. Pero somos colombianos y necesitamos de nuestro país y de nuestros gobiernos. Por eso quiero aprovechar estas líneas para invitar a todos los candidatos presidenciales, sin importar su posición política, a que presenten propuestas serias para la población migrante. A que incluyan en sus programas a estos compatriotas que no por estar fuera del territorio nacional pierden sus derechos y dejan de ser ciudadanos. Los colombianos en el exterior son mucho más que remesas y merecen ser tenidos en cuenta igual que los demás. Meremos un Presidente de verdad.


Twitter: @SantiagoPeye

Twitter: @LaTribunaCol

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