Una izquierda promovida por la derecha.
La Constitución Nacional del 91 permitió el ingreso de sectores sociales y políticos en los gobiernos nacional, departamental, regional y todos los demás cargos de elección popular en los que nunca antes habían tenido dicha oportunidad.
Los primeros pasos de la izquierda fueron de unidad, tal como lo evidenció la AD-M19, a donde convergieron partidos políticos de izquierda marginales y las organizaciones guerrilleras recién desmovilizadas, en alianza con sectores sindicales y movimientos populares. Pero también desde allí, dieron sus primeros pasos de desafortunadas e indebidas prácticas (para la ubicación de renglones) en la confección de la lista de candidatos constituyentes y de la que se obtuvieron 19 constitucionalistas de los convocados. A esta constituyente le precedía el asesinato del comandante del M 19 y candidato presidencial Carlos Pizarro, y su legado de apuesta por la paz con Dignidad que se hermanaba con el clamor popular de cambiar su historia.
La Asamblea Nacional Constituyente empezó a expedir un mal olor en tanto teniendo toda la legitimidad para elaborar una constitución nacional popular, resulto ser un ejercicio parlamentarista a puerta cerrada y a espaldas de la vida nacional, y los 19 constitucionalistas “de izquierda” poco hicieron para romper esa lógica e interlocutar con aquellos sectores sociales y populares por siempre excluidos del país y de quienes recibieron su gran respaldo.
Posterior a la ANC y estrenando Constitución Política, se presentaron las primeras elecciones parlamentarias. La izquierda se “acordó” nuevamente de los sectores populares, veredales y barriales para lograr apoyo en votos a sus nuevas aspiraciones. La respuesta no se hizo esperar: el mal olor que generó en dichos sectores la postura de esta “nueva” izquierda se vio reflejado en la elección de tan solo 9 congresistas, una reducción de más del 50% en apoyo. Si bien es cierto que la clientela y el aparato electoral de la clase política tradicional continua intacta también lo es que las esperanzas de una nueva forma de hacer la política por parte de los nuevos protagonistas se fue diseminando. La frustración popular esta al orden del día, ya no solo por acción de la oligarquía sino por inacción de la izquierda política.
Reflexiones que no rectifican.
Obviamente debería esto demarcar nuevos quehaceres y rumbos gracias a reflexiones y reconsideraciones necesarias en conjunto con los diversos sectores sociales y populares, pero el mal olor reaparece cuando contrario a lo esperado se dio inicio a la “operación avispa” donde la competencia entre grupúsculos y “liderazgos” personalistas marcaron el ritmo en las siguientes elecciones nacionales, departamentales y locales. Los sindicatos y las centrales obreras empezaron a ser usados como trampolín electoral, que condujo en el presente siglo a la elección por primera vez de la alcaldía de la capital del país a un sindicalista y militante de izquierda del partido Polo Democrático. Indudablemente podría esto verse como un triunfo de los sectores marginados y excluidos del Estado y sus administradores, pero la frustración reaparece, cuando dicha alcaldía y su slogan de “Bogotá sin indiferencia” resulto ser muy juiciosamente aplicadora de los estándares neoliberales que ya tomaban fuerza, matizando estas posturas con políticas subsidiarias y asistencialistas, y dando paso al carnaval de contratos para la rapiña ONGs-cista. Mal olor dejó esta administración “sin diferencia” a las tradicionales y como premio a su gestión hoy “integra” al gobierno nacional en su “política de paz”. Terminado este mandato distrital el Polo Democrático “gana” nuevamente las elecciones a la alcaldía cuya administración, fortalece el clientelismo de la anterior, así como la “contratitis” y sus políticas asistencialistas, y adicionalmente, por decir lo menos, resulta nauseabunda en su gestión corrupta, a tal punto que fue suspendida su administración y hoy la cárcel es su lugar de vivienda. ¡Qué mal huele !. Un partido político de “izquierda” dando ejemplo de corrupción y de encubrimiento a sus responsables.
En el año 2006, gracias a la reforma a la Constitución que impulsara el nefasto presidente de aquel entonces Álvaro Uribe, se presenta por primera vez en Colombia elecciones presidenciales con búsqueda de reelección a bordo. El exmagistrado y exsenador, Carlos Gaviria Díaz se presenta como candidato presidencial a nombre del Polo Democrático Alternativo obteniendo 2.609.412 votos, de los 12.058.737 sufragantes, dejando de manifiesto ser la mayor opción presidencial de los últimos tiempos frente a una oligarquía armada con toda su maquinaria legal e ilegal y con candidato-presidente a bordo.
Camino a las elecciones presidenciales del 2010, y ya sin Uribe candidato, el actual alcalde de Bogotá Gustavo Petro, y miembro, en aquel entonces, del Polo Democrático Alternativo, en su afán personalista y caudillista, no acepta la candidatura única a la presidencia de Carlos Gaviria Díaz por parte de la izquierda colombiana, y sí, por el contrario, impulsa una consulta abierta para escoger el candidato único a nombre del Polo. Esta actitud ambiciosa y miope cierra la posibilidad de acompañar en formula vicepresidencial a Carlos Gaviria, y lo asume como un contrincante, poniendo así por encima sus aspiraciones personales y egocéntricas al interés nacional. Tal proceder no genero más que indignación frente al anhelo de unidad. En una votación pírrica Gustavo Petro “gana” la consulta y se presenta como candidato único de la izquierda. Todavía guardamos en la memoria y en el olfato el mal olor del gesto de “V” de victoria, que junto a su esposa expuso ante los medios de comunicación, del deber cumplido de haber sacado de la arena electoral a Carlos Gaviria, el más peligroso contendor del oligarca Juan Manuel Santos, en aquel entonces.
Durante su campaña para la consulta de candidato único como ya para las presidenciales, los discursos en la plaza pública del candidato Petro estaban, de manera permanente, cargados de petardos contra la insurgencia armada, en particular contra las FARC-EP, y contra el Gobierno de Hugo Chaves Frías de Venezuela (a unos los señalaba de enemigos de la paz mientras a los otros de expropiadores antidemocráticos), pues buscaba a toda costa sintonizarse con el discurso imperante, poniendo en práctica las palabras de su maestro, Antonio Navarro Wolf: “en política todo vale compañeros, a la gente hay que decirle lo que quiere escuchar…..” (sic). Tales posturas contaminan aún más el quehacer de la política.
Los resultados de dicha contienda electoral presidencial 2006, para el candidato Petro fueron de 1.329.512 votos, es decir, 1.300.000 votos menos de los que obtuvo Carlos Gaviria Díaz 4 años antes. Ese fue el resultado de su “inteligencia” y su gran “acierto político”.
Aun así no logra avanzar en control ni en poder al interior del Polo Democrático, y con miras a las elecciones regionales del 2011, denuncia y saca a flote la corrupción descarada que se ejercía en la administración de Samuel Moreno y se retira del Polo para crear su propio partido con él a la cabeza y con aspiración a la alcaldía de Bogotá. Mal olor produce una política mesiánica, partidista y electorera enmascarada con posturas “éticas”. Así Gustavo Petro crea su “Progresistas”.
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