Por @SantiagoPeye
La Fundación Konrad Adenauer y la Corporación Pensamiento Siglo XXI organizaron un interesante debate sobre geopolítica en el que el tema central fue “Colombia frente al mundo”, y en el que la estrella invitada fue el ex presidente Álvaro Uribe. También asistieron Rafael Nieto, Camilo Ospina, la profesora Laura Gil y el profesor Andrés Molano. La moderadora fue la irrespetuosa Salud Hernández que trató de robarse el show por momentos.
Se plantearon preguntas importantes: ¿se debía hablar de la política exterior de Santos en contraposición a la política exterior de Uribe? O, por el contrario, ¿se debían plantear dichas políticas como complementarias? Está dicotomía es clave a la hora de entender si es cierto o no que Santos está traicionando a Uribe en este punto.
El foro que pretendía ser académico no tuvo panelista alguno que opinara desde la izquierda. Por el contrario, los docentes cuestionaron y expusieron sus argumentos desde la centro derecha, mientras Uribe, Nieto y Ospina respondían y argumentaban desde una derecha que, inevitablemente, recurría a ejemplos tomados de los ocho años de Uribe.
La profesora Gil, que hizo un llamado para no caer en maniqueísmos, recordó que se ha puesto de moda hablar de “un giro en la política exterior”, porque en un año, según ella, Santos reparó las relaciones que Uribe dañó, reconstruyó la confianza del vecindario en el país y amplió la agenda exterior que en el gobierno Uribe se había enfocado en la seguridad. Algo que indudablemente nadie sospechó que haría. Inmediatamente después preguntó si realmente estábamos frente a una nueva política exterior o si estábamos en un vaivén, si habíamos abandonado el réspice pollum, si con Santos había algo nuevo…
Dio una respuesta inicial: “hay quiebres y continuidades” con el gobierno Uribe. Y “hay quiebres con continuidad” (el diagnóstico de la relación con Venezuela es el mismo, pero se ha optado por una solución diferente) y “continuidad con quiebres” (las relaciones con Estados Unidos, basadas en las políticas de seguridad y la búsqueda del TLC siguen como antes, aunque Santos haya cambiado al discurso de “ahora somos iguales”, que es lejano de la realidad y es más para congraciarse con los países vecinos así no esté cercano ideológicamente a ellos).
A esto Uribe ripostó. Dijo que era un mito que su gobierno hubiera estado aislado, y lo argumentó diciendo que el comercio creció, que el país fue fundador de UNASUR, y se había acercado al Caribe, a México, a Perú, a Chile, e incluso hubo gobiernos de izquierda con los que tuvo buenas relaciones: Uruguay y Paraguay. Recordó que su gobierno consiguió el Mundial Sub 20 y se hizo toda la campaña para llegar al Consejo de Seguridad y llevar a Luis Alberto Moreno a la presidencia del BID. Me parece que ahí tiene razón. En su gobierno el país no estuvo aislado, lo que estuvo fue lejano a las posiciones de la mayoría de los países de la región, estuvo y está del lado del bloque de países que Camilo Ospina llamó los “TLCsistas”. Vale la pena decir que Uribe no negó nunca la explicación de los “quiebres y las continuidades” expuesta por la profesora Gil.
En ese punto el profesor Molano trató de darle un nuevo rumbo al debate: para hablar de “Colombia frente al mundo” había que preguntarse por la manera en que Colombia concibe al mundo y cómo quería relacionarse con él. Si quería ser líder, un jugador proactivo o un protagonista (¿y protagonista de qué?). Ahí recordó que Santos dijo que Colombia quería ser la “voz de América Latina” en el Consejo de Seguridad, y que precisamente eso le iba a traer unos costos al país, a lo que Rafael Nieto añadió, como critica al gobierno Santos, que no se sabía aún si valía la pena asumirlos porque no se tenía claro qué esperaba obtener el país de ese puesto no permanente.
De hecho, Nieto, desde un punto de vista realista en las relaciones internacionales, fue más allá al explicar que sin un poder militar y económico significativo no se pueden asumir grandes liderazgos, y que por eso debían tenerse en cuenta los intereses nacionales, que giraban en torno a lo económico (TLC, inversión extranjera, integración económica y energética, etc.) y a la seguridad y defensa nacional. Y es ahí donde, en relación al tema que hemos venido tratando, pueden verse las diferencias entre Santos y Uribe, y donde se puede evaluar si es o no Santos verdaderamente un traidor para el uribismo.
En lo referente a la defensa nacional explicaba Nieto que hay diferencia en el manejo que se está haciendo de las cuatro columnas vertebrales que amenazan la seguridad: el terrorismo, el narcotráfico, el lavado de activos y el tráfico de armas, pero que las diferencias son fundamentalmente de estilo. Los fines no han cambiado.
En el tema del “terrorismo”, Santos ha ampliado la agenda con los países vecinos (leáse Venezuela y Ecuador) para incluir el tema de la seguridad en un plano secundario, mientras para Uribe era el tema principal porque supuestamente esos países cobijan o cobijaban al “terrorismo”, y los temas como, por ejemplo, proyectos energéticos pasaban a un segundo plano. Nieto cuestiona la efectividad de la forma como ha actuado Santos. ¿De qué ha servido la mejora en las relaciones? “Venezuela ha avanzado en pagos (de lo que le debía a empresarios colombianos) pero no ha mejorado el comercio”. Además, según ellos, el “nuevo mejor amigo” de Santos sólo ha entregado a “segundones” de la guerrilla mientras Timochenko e Iván Márquez siguen allá campantes. Por el lado de Ecuador, Correa le sonríe a Santos pero, según Nieto, “aún existe una espada de Damocles” representada, por ejemplo, en los juicios contra los generales colombianos que participaron en la Operación Fénix.
A mi juicio, si Santos logra que Chávez le entregué a Julian Conrado y a algún otro pez gordo de las Farc, que Estados Unidos apruebe el TLC y que Ecuador no avance en las demandas contra los militares colombianos, se anotaría un gol y, quizá, recuperaría un poco la confianza de ese uribismo recalcitrante que no ha querido entender que defiende exactamente los mismos intereses de Uribe y de la derecha colombiana, sólo que de una forma menos pasional.
Ahora bien: ¿Necesita Santos, con la buena imagen y el poder que tiene, recuperar la confianza del uribismo radical? La respuesta la sabremos cuando sepamos qué tanto peso tiene aún el ex presidente Uribe en la política interna después de todos los escándalos en los que han estado involucradas personas importantes de su gobierno. Es decir, que la sabremos con el resultado de las elecciones del 30 de octubre, pero, sobretodo, la sabremos en las próximas elecciones para el Congreso de la República, donde se establecerá una nueva correlación de fuerzas que permita pensar si es o no posible una reelección de Juan Manuel Santos.
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