Por: Santiago Peña Aranza
En política es imposible tener a todos contentos porque sencillamente en una sociedad cuando unos ganan, otros pierden. Y así ha sido siempre, aunque en la mayoría de los casos los que pierden lo ignoren. Por ejemplo cuando se sube el sueldo de un empleado, disminuye la ganancia de un patrón (hoy en día una junta de accionistas) y al contrario: cuando se baja un sueldo o se despide a un empleado, aumentan las ganancias del patrón. Es la triste realidad de la economía (que no se debe separar de la política). Por eso en tiempos de crisis se anuncian tantos recortes y despidos, porque los patrones no están dispuestos a perder utilidades. Nunca se da el caso de un patrón que prefiera ver disminuir sus beneficios para poder dar empleo a las personas, al contrario: siempre están mirando la manera de contratar menos o más barato.
Pero eso sólo ha sido un "problema" –para los ganadores- cuando los que pierden se dan cuenta de que son perdedores y deciden organizarse para cambiar las cosas. Y es en ese momento en que empiezan a politizarse. A tomar conciencia de su realidad, de sus intereses, a instruirse. Cosa que no sucede con los ganadores. Ellos siempre han estado conscientes de que lo son, siempre han sabido cuáles son sus intereses exactamente y han utilizado -y están dispuestos a utilizar- cualquier método (legal o ilegal, pero al fin y al cabo político) para que eso siga siendo así. Por eso a veces así se hagan llamar liberales, terminan siendo conservadores así no promulguen valores religiosos.
Un claro ejemplo de esto es el sindicalismo. El sindicalismo es la organización de los trabajadores para exigir mejores condiciones laborales. Cuando deciden organizarse es cuando entienden que juntos pueden ser una especie de contrapoder en la empresa (o el Estado) y generar presiones –hacer política- para defender sus intereses. Los ganadores lo entienden muy bien. Por eso hacen sus propias presiones –políticas también- en las diferentes instituciones del Estado, para que la legislación laboral cambie y se de un tipo de contratación que impida la asociación sindical (la llamada flexibilización laboral).
Otro ejemplo es el de los partidos de oposición que tienen un discurso que va en contravía al discurso dominante (y no por dominante más válido) en la sociedad. Dichos partidos estarán en desventaja electoral al no tener los recursos –no sólo económicos- que si tendrán los partidos que defiendan el statu quo, es decir, los que defiendan intereses de los que hemos llamado ganadores. Pero cuando estos partidos de oposición logran que su voz sea escuchada y logran que la parte de la sociedad, que hasta ese momento era indiferente, se identifique con sus postulados, aumentando así considerablemente su fuerza, serán satanizados (“terroristas”, “comunistas”, “fascistas”, ¿les suena?) y atacados de cualquier forma necesaria para impedir que se hagan con el poder político del aparato estatal.
Ejemplos hay varios. Los movimientos sociales podrían ser otro. Pero es sencillo. Cada uno defiende sus intereses cuando esta politizado, y es por eso que se siente un ambiente de confrontación en un país polarizado. Es lógico: los intereses de unos están contrapuestos a los intereses de los otros.
Pero esto no siempre está enmarcado exclusivamente dentro de las fronteras de un país. Hay una lógica mundial que responde a lo mismo: cuando unos ganan, otros pierden. Hay intereses contrapuestos y es inevitable. Las grandes potencias tienen unos intereses que van en contravía de los Estados débiles.
Si un Estado débil tiene x recurso natural (o una ubicación geográfica estratégica) que es de vital importancia para una potencia, esta tratará de influir en él para que le de acceso a dicho recurso (o ubicación). Pero no un acceso justo, sino un acceso al recurso con condiciones claramente favorables para la potencia. Hemos visto que en el mundo se han dado guerras por esto, y la guerra no es sólo con armas. La guerra es también con desinformación para deslegitimar o generar inestabilidad a gobiernos que deciden dejar de jugar el juego de los ganadores, o financiando golpes de estado para cambiar gobernantes y reemplazarlos por gobernantes “amigos”. Ejemplos hay muchos. También cabe aclarar que hoy en día existen poderosas empresas trasnacionales que actúan, en este sentido, como grandes potencias, por ejemplo Monsanto.
Regresando al ámbito nacional, vale la pena decir que no existe un sistema político perfecto y es precisamente por todo lo que he venido diciendo: si en un país hay intereses contrapuestos, dicho sistema va a tener que beneficiar a unos más que a otros. Entonces claramente para los beneficiados va a ser un buen sistema, pero para los perjudicados no. Pero la verdad que se impondrá en la sociedad dependerá de la fuerza política de cada una de las partes y de los instrumentos que tengan en su poder para imponerla, ya que la verdad de qué sistema político es bueno y qué sistema es malo, es una construcción política que tiene tras de sí todo un legado de luchas violentas o no.
Twitter: @SantiagoPeye
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