Adolfo Franco Caicedo |
No obstante, las reformas introducidas han alterado este ethos pedagógico del SRPA. A mi juicio, una de las transformaciones normativas más complicada es la que extiende el tiempo de “ejecución de la medida” (tiempo de pena) más allá de los 21 años. Bajo el sistema anterior, los adolescentes encontrados culpables y remitidos a un Centro Especializado de Privación de la Libertad debían quedar en libertad una vez cumplían esta edad, independientemente del tiempo impuesto como sanción por parte del juez. Ahora, en virtud de la reforma, el tiempo impuesto debe ser satisfecho.
Para graficar un poco la situación pondré un ejemplo. Si un adolescente de 15 años es encontrado culpable por el delito de hurto calificado, por decir algo, robó violentando a la víctima, lo que en la justicia colombiana acarrearía una pena de hasta 10 años, éste menor cumpliría 25 años al momento de ser liberado. Si tenemos en cuenta las graves condiciones de hacinamiento en los centros especializados de privación de la libertad, además de la débil oferta académica en estos centros, las posibilidades de que se haya alcanzado un proceso pedagógico con enfoque de derechos son bastantemente reducidas.
El menor de 15 años será un hombre de 25 que ha vivido el 40% de su vida en el encierro, entonces mi pregunta es ¿qué oportunidades tendrán en su vida en libertad sí tenemos en cuenta que la mayoría de los delitos por los que son procesados los adolescentes son de éste tipo y que la población encarcelada suele ser la más vulnerable socioeconómicamente? Podría decirse que oportunidades nunca han tenido, pero es obvio que la situación se agrava. Visto de este modo, queda en evidencia el oprobio en la reforma.
En realidad, reformas como estas son populares en la medida que despersonalizan las situaciones mediante el uso de estigmas a la población adolescente como población peligrosa. Gilma Jiménez es experta en este tema. Para la "senadora de los niños" la verdadera protección a la población menor del país se acompaña de una mano dura que la escarmienta. La falacia totalizante en este discurso enmascara las distintas situaciones y condiciones de la población adolescente en el país, incluso en la misma Bogotá. Los medios de comunicación han aportado lo suyo en esta empresa de desprestigio contra la población adolescente, pero no quiero ahondar en esto; quiero volver sobre mi preocupación inicial.
Algunos estudiosos de la criminología del control social han hablado de algo que se llama “procesos de prisionización”. Uno de los primeros en advertir este fenómeno fue Michel Foucault quien describió que la economía del castigo al interior de una institución total (término acuñado por Erving Goffman) como lo es la cárcel, está orientada a la minimización de los costos en el sometimiento del alma. La prisionización sería el proceso mediante el cual se interioriza la posición de prisionero, percibiendo con naturalidad lo que le acontece en encierro, los roles, la deshumanización.
Si conciliamos que la adolescencia es una de las edades de mayor aprendizaje social, donde iniciamos a reconocernos como ciudadanos, ¿qué puede esperarse de un ser humano objeto del proceso de prisionización desde una edad tan temprana (15 años)? ¿Qué tiene todo esto de “pedagogía en derechos”? Es sin duda, otro canto a la bandera.
Las consecuencias psicológicas de la prisionización no han sido tema de importancia en el país. Hemos visto algunas de consecuencias en los militares y policías que han vuelto luego de varios años en secuestro como prisioneros de guerra: pesadillas, medicinas para apaciguar la violencia y un largo etcétera de alteraciones mentales y emocionales. Pero en la población ex presidiaria no ha visto esfuerzo por evaluarla. Recordemos que la salud mental está incluida en el derecho a la salud en conexidad con el fundamental de la vida.
En verdad me preocupa la situación. El país deberá prepararse para atender un número importante de la población que ha vivido mucho tiempo de su vida social en encierro y poco en sociedad. Espero que como la población adolescente tiene preferencia en sus derechos (junto con las niñas y los niños), pueda advertirse algo de esto que les hablo. Las cárceles no han sido solución; en verdad no ha habido esfuerzo por dimensionar el fenómeno de la violencia y criminalidad adolescente, y en general, de todo el mundo. Un problema no formulado nunca tendrá arreglo.
El autor de este texto es investigador del Observatorio del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes Universidad Nacional de Colombia.
Contacto: adolfo_franco@hotmail.com
"...los adolescentes son el futuro..." , el tiempo impuesto debe ser satisfecho. graves condiciones de hacinamiento en los centros especializados de privación de la libertad, la débil oferta académica en estos centros,ethos pedagógico, Las consecuencias psicológicas, si las condiciones de resociavilizacion dadas por el Estado Colombiano que extiende la mano llena de púas y garrote, expresadas físicamente en las cárceles a los adolescentes, el futuro que le brinda a estos, es un espejo de lo que un Estado vigilante, coercitivo ha impuesto sobre los derechos sociales y la responsabilidad ética y moral del contrato social ,la seguridad esta por encima de nuestros jóvenes,de la pedagogía,de la vida digna, y un futuro prospero. Colombia no cree en su futuro.
ResponderEliminarSiento que deberían ser reestructuradas las maneras de penalizar, palabra que debería ser sinónimo de educar, brindar, habitar, crear… no de oprimir, reducir y olvidar… Ciertamente los jóvenes al cumplir su condena no tienen ninguna oportunidad, y fuera que en esos años que son privados de su libertad hubiesen sido educados y guiados como seres humanos, creativos y críticos que puedan ampliar sus posibilidades a las situaciones de vulnerabilidad con las que quizás se encuentren en su entorno. Pero en el tiempo en que cumplen su condena pareciera que no queda más que esperar la “libertad”, por cierto, libertad sórdida ya que no tienen oportunidades fundamentales como el derecho a la educación, por tanto que más resta sino recaer en los delitos cometidos y padecer una de las múltiples razones de enfermedades mentales que al parecer sobrecogen a la población colombiana. Resultamos ser una población que padece –de distintas maneras- de enfermedades mentales causadas por la falta de oportunidades, la negación de derechos fundamentales a tal punto que nuestra calidad de vida se ve reflejada en los hacinamientos en los centros penitenciarios y centros hospitalarios de enfermedades mentales, que en ninguno de los dos casos cura ni reestructura pensamientos ni maneras de concebir, ni de habitar el entorno social de los ciudadanos –sin olvidar que son humanos y deberían por tanto ser educados como tal-.
ResponderEliminarYa para qué seguir siendo árbol
ResponderEliminarsi el verano de dos años
me arrancó las hojas y las flores
Ya para qué seguir siendo árbol
si el viento no canta en mi follaje
si mis pajaros migraron a otros lugares
Ya para qué seguir siendo árbol
sin habitantes
a no ser esos ahorcados que penden
de mis ramas
como frutas podridas en otoño
Raul Gomez J
Buen artículo.
ResponderEliminarEste tema debe ser visto con mayor atención. Los adolecentes dentro de estás lógicas de populismo punitivo, teerminar con un gran rotulo de criminal por el simple hecho de ser jovenes y más aún cuando son de extracción humilde.
Buena reflexión, sin embargo, estimo que el siguiente vídeo ayuda a complementar su preocupación:
ResponderEliminarhttp://www.noticiasuno.com/que-tal-esto/1100-fugas-por-criadero-de-vacas-.html
Eso no es el Valle de Lili sino el Valle de Lilith, niños pertenecientes a esa mujer de José Saramago.